Saint Joseph

San José, Padre de Jesús y Esposo de María

Con motivo del 150 aniversario de la declaración de San José como Patrono de la Iglesia Universal, El Santo Padre Francisco propuso que el año que se inició, el 8 de diciembre del 2020 hasta el 8 de diciembre del 2021, sea un año destinado a celebrar la vida de San José.

Tras meditar sobre la Carta Apostólica Patris Corde (1) y unas exposiciones escritas por María Verónica Talamé (2), sentía que el Señor me pedía que escribiera sobre lo que movilizaba mi ser junto con la emoción de los descubrimientos que iba haciendo sobre la vida de San José como hombre, como esposo y como padre.

Sobre esta base, quiero compartir una reflexión que hace sobre San José, San Bernardino de Siena (1380-1444) y que recojo de una publicación de la Revista Cristo Vive (3), el santo decía:

Cuando la gracia de Dios elige a alguien para alguna misión especial, le concede todos los dones necesarios para llevar a cabo su ministerio. Sin duda esta regla, se realizó de un modo eminente en San José, el padre adoptivo de Jesús.

José fue el elegido por Padre eterno como cuidador y guardián de sus más preciados tesoros: su Hijo Jesús y María la Reina y Señora de todo lo creado, una misión que cumplió con absoluta fidelidad”.

Al mirar la relación que tiene José con la Iglesia, podemos preguntarnos: ¿no es éste el hombre escogido, por el que Cristo fue introducido al mundo de un modo regular y honesto? José lo aceptó como hijo propio, es decir, lo adoptó. Por lo tanto, si toda la Iglesia está en deuda con la Virgen María, la Madre de Dios, ya que por medio de ella recibió a Jesús; de igual modo la Iglesia “le debe” a San José, después de ella, una especial gratitud y reverencia.

San José cierra el Antiguo Testamento, en él la dignidad patriarcal y profética alcanza el fruto prometido: él es el único que tuvo bajo su cuidado físicamente, lo que la condescendencia divina había prometido a los patriarcas y profetas.

Por otro lado, creemos sin duda alguna que la misma familiaridad, respeto y altísima dignidad que Jesús tuvo con José mientras vivía aquí en la tierra, la llevo a la plenitud de gloria en el Cielo.

Por ello, el lugar de privilegio de San José entre los santos del cielo, tenemos la certeza de que podemos pedirle que se acuerde de nosotros e interceda ante su Hijo, como también, que ruegue por nosotros para que la Santísima Virgen María, su esposa esté atenta a nuestras necesidades. Amén”

Partiendo de lo expresado por la Dra. Talamé en sus escritos, José pasó de peregrino rechazado a ser testigo contemplativo. En el Capitulo 2 de Lucas se relata el viaje de José junto a María, de Nazaret a Belén, para cumplir con el edicto imperial, que ordenaba el empadronamiento de todo el mundo conocido en su ciudad de origen, de ahí que participaban de una movilización general, José peregrina en su propia tierra, viaje que termina en rechazo porque no había lugar allí para ellos.

La providencia nunca abandonó a la Sagrada Familia, y si bien no había lugar para ellos en Belén, una cueva con mucha pobreza, pero con mucho amor, suplió la falta de alojamiento.

El esperado nacimiento tuvo lugar en las inmediaciones de Belén, la ciudad del rey David. Los pastores fueron evangelizados por un ángel del cielo e, inmediatamente, se convirtieron en evangelizadores de su propia comarca.

A propósito del gran acontecimiento: el nacimiento de Jesús, en los primeros versículos, Lucas le da el protagonismo a José. Con la expresión “en aquella época”, indica que ocurrió algo importante en la historia universal, tanto que dividió la historia en dos grandes partes; “ESTA POR NACER EL SALVADOR

El edicto del Emperador Cesar Augusto (hijo adoptivo de Julio Cesar), se convierte en un instrumento de los planes de Dios, el censo se convierte en la circunstancia histórica y política que lleva a Jesús a nacer en Belén, la ciudad del Rey David, tal como las profecías decían que el Mesías habría de nacer en la ciudad de David.

José testigo silencioso del misterio

Los destinatarios de este mensaje van haciendo un proceso de comprender lo que han oído y visto, podríamos imaginarnos que este misterio le sugiere a cada uno diferentes reacciones: asombro interiorización, alabanza, alegría.

Lucas no deja constancia de la reacción de San José. Podríamos pensar que a José también le daría vuelta en su cabeza lo ocurrido, como a María, deliberar y entender su significado, guardando y rumiando en su corazón. José estaba ahí en el pesebre, pero de él no se dice nada. Podemos pensar en su pasar desapercibido, o que se quedó en la sombra.

Digamos que el silencio de José lo podemos imaginar como un silencio por lo demás elocuente y contemplativo, con un corazón rebosante del gozo y la paz anunciada para los hombres que aman al Señor. No hay dudas que José era uno de los amados y predilectos de Dios.

Me preguntaba, como fue mi actitud en el nacimiento de mis cinco hijos, y me sentía con una emoción interior y una alegría desbordante. Los invito a los padres a buscar en su interior lo que sintieron cuando nacieron (o adoptaron) sus hijos.

José estaba inmerso en un silencio contemplativo, frente a todo lo acontecido, y ante semejante misterio solo cabe la adoración silenciosa. Podemos decir que la adoración es el amor vencido por la belleza, por la fuerza y por la grandeza inmensa del amado.

Santa Isabel de la Trinidad (1880-1906) decía: “Caer en silencio profundo; ese silencio del que habla David: El silencio es tu alabanza, Si es la más bella alabanza”.

Los actos heroicos se fraguan en el silencio, como también los de mayor hondura y significado. La presencia fuerte de Dios que vivía José podríamos decir que en el silencio encontraba las palabras más preciosas. Dios prefiere hablar en el silencio; Dios habla en el silencio y merece ser oído. José lo hizo siempre, por eso Dios le hablaba en la noche a través del silencio, y el siempre lo escucha.

El silencio es la expresión del que necesita un trato intimo con Dios, si Dios vive dentro nuestro, nos invita a callar. Muchas veces cuando voy a la Adoración Eucarística puedo hacer silencio y enamorarme del Padre, poder escucharlo.

  • Podemos preguntarnos ¿Por qué me causa temor el silencio, será porque allí se produce el encuentro con Dios y con uno mismo? Dios se manifiesta en lo profundo de nuestro ser.
  • ¿Qué valor le damos al silencio en nuestra vida? ¿Procuramos momentos a solas para estar con Dios, contemplarlo y escucharlo?

En la Carta Apostolica PATRIS CORDE, El Santo Padre Francisco expresa:

De José podemos decir que con corazón de padre amó a Jesús, llamado en los cuatro Evangelios “El hijo de José”, mientras que Mateo y Lucas, refieren poco, pero lo suficiente para comprender qué tipo de padre fue y la misión que la Providencia le confió.

José tuvo la valentía de asumir la paternidad legal de Jesús y le dio el nombre que le reveló el ángel: “le pondrás por nombre Jesús, quien salvará al pueblo de sus pecados”.

Cuarenta días después del nacimiento, José, junto a María presentaron al Señor en el Templo y escuchó sorprendido la profecía sobre Jesús y María (Lucas 2; 22-35).

La pofecía del anciano Simeón.

Permaneció en Egipto, como extranjero, para proteger a Jesús de Herodes (Mateo 2, 13-18). De regreso a su tierra, vivió de manera oculta en Nazaret lejos de Belén, Galilea, de donde se decía “No sale ningún profeta” y “no puede salir nada bueno” (Juan 7, 52; 1,46), lo buscaron angustiados, cuando Jesús tenía 12 años y lo encontraron en el Templo mientras discutía con los doctores de la ley (Lucas 2, 41-50).

Después de María, la Madre de Dios, ningún santo ocupa tanto espacio en el Magisterio pontificio como José, su esposo, a pesar de los pocos datos transmitidos por los Evangelios y que profundizaron los diversos Papas de la Iglesia, José tuvo un papel central en la historia de la salvación.

El Papa Francisco definió a San José como: Padre amado, Padre en la ternura, Padre en la obediencia, Padre en la acogida, Padre en la valentía creativa, Padre trabajador, Padre en la sombra.

Padre amado

Joseph
Padre amado

La grandeza de San José consiste en el hecho de que fue el esposo de María y el padre de Jesús. Como padre, dice San Juan Crisóstomo “entró en el servicio de toda la economía de la encarnación”.

San Pablo VI observa que su paternidad se manifestó concretamente, «al haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio al misterio de la Encarnación y la misión redentora que le está unida al haber utilizado la paternidad legal, que le correspondía en la Sagrada Familia, para hacer de ella un don total de sí mismo, de su vida de trabajo, al haber convertido su vocación de amor doméstico en la entrega sobrehumana de sí mismo, de su corazón y de toda la capacidad en el amor puesto al servicio del Mesías nacido en su casa.»

Por su papel en la historia de la salvación, San José es un padre que siempre ha sido amado por el pueblo cristiano, como lo demuestra el hecho que se han dedicado, iglesias en todo el mundo, institutos religiosos, hermandades y grupos eclesiales se inspiran en su espiritualidad y llevan su nombre. Santa Teresa de Ávila, lo tomó como abogado e intercesor, encomendándose a él, recibiendo todas las gracias que le pedía, Alentada por su experiencia, la santa persuadía a otros, para que le fueran devotos.

  • Nos podemos preguntar ¿Cómo desarrollo mi vocación de esposo y padre (o esposa y madre)? ¿Soy considerado y atento a sus necesidades?

Padre en la ternura

José vio progresar a Jesús “en estatura y en gracia ante Dios y los Hombres” (Lucas 2; 52), como hizo el Señor con Israel, así José le enseño a caminar a Jesús y lo tomaba en sus brazos, era para Él como el padre que alza a un niño hasta sus mejillas, y se inclina a darle de comer (Oseas 11, 3-4).

Jesús vio la ternura de Dios en José: “Como un padre siente ternura por sus hijos, así el Señor siente ternura por quienes le temen” (Salmos 103; 13). El Dios de Israel es un Dios de ternura y José habrá oído en alguna de las reuniones de la sinagoga que “su ternura alcanza a todas las criaturas” (Salmo 145, 9).

Muchas veces creemos que Dios sólo se basa en la parte buena, vencedora de nosotros, cuando en realidad la mayoría de sus designios se realizan a través y a pesar de nuestra debilidad. El Señor nos invita a aceptar nuestra debilidad con intensa ternura.

El maligno hace mirar nuestra debilidad con juicio negativo, mientras que el Espíritu la saca a la luz con ternura. La ternura es el mejor modo de tocar lo que es frágil en nosotros.

El dedo que señala y el juicio que hacemos de los demás son a menudo un signo de nuestra incapacidad para aceptar nuestra propia debilidad, nuestra propia fragilidad. Sólo la ternura nos salvará del maligno. Por esta razón es importante encontrarnos con la Misericordia de Dios, especialmente en el sacramento de la Reconciliación.

El maligno también puede decirnos la verdad, pero si lo hace es para condenarnos. La verdad que viene de Dios no nos condena, sino que nos recibe, nos abraza, nos sostiene, nos perdona.

También a través de la angustia de José pasa la voluntad de Dios, su historia, su proyecto. Pidamos a José que tengamos su fe en Dios, pidamos además creer que Dios puede actuar en nuestras debilidades, y no tener miedo a ceder a Dios el timón de nuestra barca, no tengamos miedo a dejar de controlar todo, porque nos da seguridad, y admitamos que Dios tiene una mirada más amplia que la de nosotros.

  • Podemos preguntarnos; ¿Qué gestos de ternura tenemos con nuestros hijos pequeños, o aun hoy si han crecido y ya no son niños?

Padre en la obediencia

Dios, a través de San Gabriel le reveló a María su plan de salvación, también a José se lo reveló a través de sueños. En la Biblia, como en los pueblos antiguos, eran considerados uno de los medios por los que Dios manifestaba su voluntad. Pidamos al Señor que nos de la gracia que nos revele sus proyectos mediante los sueños.

Podemos imaginarnos que estaba muy angustiado por el embarazo incomprensible de María, no quería denunciarla públicamente, decidió romper su compromiso, el ángel del Señor lo ayudó a resolver lo que era para él un dilema, el de aceptar a María como esposa porque el hijo que engendraba era fruto del Espíritu Santo, diciéndole además que al hijo le pondría como nombre Jesús.

Cuando Herodes ordenó buscar al niño para matarlo, el ángel del Señor en sueños le avisa que debe huir a Egipto, toma al niño y a María, y obedece asumiendo el riesgo del viaje, y no se cuestiona las dificultades que debe afrontar, permaneciendo en Egipto hasta la muerte de Herodes.

En un nuevo sueño el Señor le comunica que ya puede volver a la tierra de Israel porque habían muerto los que querían matar al niño. Temiendo a Arquelao, hijo de Herodes, que reinaba en Judea, avisado en sueños decidió instalarse en Nazaret (Galilea) es por eso que Jesús es llamado el Nazareno. También podemos decir que José le enseñó a Jesús ser sumiso a sus padres según el mandamiento de Dios (Éxodo 20; 12).

Jesús en la vida oculta en Nazaret, bajo la tutela de San José, aprendió a hacer la voluntad del Padre, fue su alimento diario, incluso en el Getsemaní donde aceptó hacer la voluntad del Padre y no la propia voluntad.

Me parece que José, tenía una paciencia muy grande ante los cambios que hacia Jesús en su vida, lo acompañaba a Jesús, aunque no entendía todo muchas veces.

  • Podemos preguntarnos ¿estamos dispuestos a hacer la voluntad del Padre en lo cotidiano? También preguntémonos ¿cómo corregimos a nuestros hijos, desde la ternura o desde el enojo, cuando hacen travesuras que nos descolocan?
  • ¿Cómo acompañamos a nuestros hijos aunque no estemos de acuerdo con sus decisiones? ¿Estamos presentes? Muchas veces queremos que tomen las decisiones según nuestro parecer por la propia experiencia vivida, ¿reconocemos sus potencialidades o las coartamos?

José fue llamado por Dios a servir a la persona y a la misión de Jesús mediante el ejercicio de la paternidad, colaborando así en el misterio de la redención.

José padre en la paciencia, enséñanos a ser pacientes con nuestros hijos.

Padre en la acogida

José recibió a María sin condicionamientos. Confió en las palabras del ángel. Su corazón amoroso optó por el amor. Se presenta como varón respetuoso, delicado que, aun no teniendo toda la información, se decide por la buena fama, la dignidad y vida de María. En su duda de cómo hacer lo mejor, Dios lo ayudó a optar iluminando su juicio. Pensemos en la situación de la mujer hoy frente a la violencia psicológica, física y verbal manifiesta y que vemos reflejada continuamente en los medios de comunicación.

En nuestra vida ocurren hechos que no entendemos, una reacción es a menudo la decepción, la rebeldía. Pidamos a San José que dejemos de lado nuestros razonamientos para dar paso a los acontecimientos y acogerlos como él y asumir nuestra responsabilidad y reconciliarnos con nuestra historia.

La vida espiritual de José, es una vida que recibe, y no una vida que explica, tampoco es un hombre que se resigna pasivamente, es un protagonista valiente y fuerte. En nuestra vida se manifiesta con el don de la fortaleza que nos da el Espíritu Santo. Pidamos al Señor que nos de la fuerza para recibir la vida como viene, para dar sitio a lo inesperado, a la parte contradictoria y decepcionante de la existencia.

Jesús con su venida, es un regalo del Padre para nosotros, para que podamos reconciliarnos con la carne de su propia historia, aunque no logremos comprenderlo del todo.

Dios le dijo a José “no temas” (Mateo 1; 20), pareciera que nos repite a nosotros “no teman”. Nos invita a dejar de lado nuestra ira, decepción, y hacer espacio, no resignándonos, y con fortaleza, llenos de esperanza, a lo que no hemos escogido, que está presente.

Recibir la vida nos lleva a un significado oculto, de vivirla así, la vida puede comenzar de nuevo, si vivimos de acuerdo al Evangelio. No importa si todo parece haber tomado un rumbo equivocado, y hay cuestiones que parecen irreversibles, Dios puede hacer brotar flores entre las rocas. Nuestra conciencia nos puede reprochar algo “Dios es más grande que nuestra conciencia y Él lo sabe todo” (1 Juan 3; 25).

No pensemos que creer significa encontrar soluciones fáciles, mágicas. La fe que Cristo nos enseña, es la que nos muestra San José, que no buscó atajos, afrontó “con ojos abiertos”, lo que acontecía asumiendo su responsabilidad.

Hoy San José nos invita a recibir a los demás sin excepciones, tal como son, con una preferencia por los débiles, porque Dios elige a lo que es débil (Salmo 68; 6). Podemos pensar que Jesús tomó estas actitudes del padre adoptivo, y las pudo tener en cuenta en la parábola del hijo prodigo y del Padre Misericordioso (cf. Lc 15,11-32).

  • Podemos preguntarnos, ¿Contribuimos a que nuestros hijos vean en nosotros un ejemplo de la confianza en Dios ante las dificultades de la vida? ¿Los alentamos a tener su esperanza puesta en el Señor y no en las cosas pasajeras?

Padre de la valentía creativa

La verdadera sanidad interior es recibir nuestra propia historia, hacer espacio dentro de nosotros mismos incluso para lo que no hemos elegido en nuestra vida, para eso necesitamos una característica importante: la valentía creativa. Ésta surge especialmente cuando encontramos dificultades.

Las dificultades pueden hacer que bajemos los brazos y detenernos. Muchas veces ante estos imprevistos aparecen recursos que nos asombran, porque no pensábamos que podíamos tener, Dios no actúa directamente, El se vale de eventos y personas, José es el hombre mediante el cual, Dios se ocupó del comienzo de la historia de salvación. José es el verdadero milagro con el que Dios salvó al Niño y a María, ya que confió en la valentía creativa de este hombre. No encontraban alojamiento cuando llegaron a Belén para que María diera a luz… Este hombre encontró un establo, al que acondicionó y lo hizo un lugar acogedor para recibir al Hijo de Dios.

Si se lee superficialmente el Evangelio, pareciera que los poderosos siempre son los que triunfan. Dios siempre encuentra la manera de llevar adelante su plan de salvación, siempre logra salvar lo importante, necesita de nuestra valentía creativa, igual que el carpintero de Nazaret, que sabia transformar un problema en una oportunidad, y confiaba permanentemente en la Providencia.

Huida a Egipto

No sabemos cómo fue la vida en Egipto, podemos imaginarnos que como toda familia tuvieron dificultades, nunca dejaron de confiar en que Dios no los abandonaba.

Jesús vino al mundo asumiendo una condición de debilidad, Dios confía en este hombre, José, del mismo modo que lo hace María, que no solo salva la vida del Niño, sino que velará por la madre y por Jesús. Podemos pensar que es el custodio de la Iglesia, que es la extensión del Cuerpo de Cristo en la historia, y de la maternidad de la Iglesia que se manifiesta en María.

  • Podemos preguntarnos si ante las dificultades nosotros ¿No hemos pensado que Dios nos abandonaba? ¿Por qué lo pensamos? ¿Qué podemos hacer para aumentar nuestra capacidad de adaptación y resiliencia frente a las dificultades?

Padre trabajador

San José era un carpintero que trabajaba honestamente para garantizar el sustento de la familia. De él Jesús, aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan como fruto del propio trabajo. En la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII, se resalta la relación de José con el trabajo.

En la actualidad dice el Papa Francisco, el trabajo parece que ha vuelto a representar una urgente cuestión social y el desempleo tiene índices muy altos, incluso en los países desarrollados que han experimentado un cierto grado de bienestar. Pidamos a San José que interceda para tener luz y comprender el significado del trabajo que da dignidad y del que nuestro santo, es patrono ejemplar.

El trabajo participa en la obra misma de la salvación, es una oportunidad para hacer presente el Reino aquí en la tierra, en donde podemos desarrollar nuestras potencialidades al servicio de la sociedad y de la comunión. La falta de trabajo, origina crisis en la familia, que está más expuesta a las dificultades, tensiones, fracturas e incluso a la desesperada y desesperante tentación de la disolución.

Para hablar de la dignidad es necesario que nos comprometamos, para que todos tengamos la posibilidad de un sustento digno. Pidamos al santo que interceda para que el Padre nos ilumine acerca de cómo llevar adelante este compromiso.

  • Podemos preguntarnos, ante el tiempo libre o la falta de ofertas de trabajo, cuál es mi actitud? ¿Soy consciente que siempre existe algo útil que pueda hacer y en lo que puedo trabajar mientras disponga de tiempo de vida? ¿Y si estoy en posición de dar trabajo a otros, lo hago? ¿Soy un buen empleador?

Padre en la sombra

En el libro La sombra del Padre (4), que noveló la vida de San José, Jan Dobraczynski, define la figura de José. Él es para Jesús como la sombra del Padre celestial en la tierra; lo cuida, lo protege, lo auxilia, no se aparta jamás de su lado para seguir sus pasos.

Nadie nace padre sino que se hace en el camino, y no solo se hace por traer un hijo al mundo sino por hacerse cargo de él. Como padres somos responsables de asumir la responsabilidad de la vida del otro, y en cierto sentido se ejerce la paternidad para toda la vida.

En nuestra sociedad actual parece que los niños no tienen padre, la iglesia de hoy necesitas de padres. Ser padre significa introducir al niño en la experiencia de la vida, en la realidad. Los hijos no son una posesión, no podernos retenerlos, en algún momento de su crecimiento, a los padres nos toca dejarlos volar para que puedan desarrollar el proyecto que Dios tiene para ellos, no para encarcelarlos, sino darles herramientas para que puedan elegir, de ser libres, con la libertad que da Dios.

Podemos pensar que por esta razón la tradición ha puesto a San José, junto al apelativo de padre, el de castísimo. No es algo solamente afectivo. Sino que es una actitud que expresa lo contrario de poseer.

Dios nos amó a cada uno de nosotros, con un amor casto, nos dio la libertad de poder equivocarnos. La lógica del amor es la libertad. José amó de manera extraordinariamente libre, nuca se puso como centro, supo descentrarse, y puso a María y a Jesús en el centro de su vida.

La felicidad de San José no está en el auto-sacrificio, sino en la donación de sí mismo, en él se manifiestan gestos de confianza, no de frustración, su silencio no contempla quejas, siempre confía.

El mundo necesita de padres que amen y que rechacen la posesión del otro para llenar sus propios vacios. Si somos padres responsables, debemos rechazar el querer vivir la vida de nuestros hijos, que está siempre abierta a nuevos espacios. Cada niño es un ser único ante Dios como cada uno de nosotros, y el Señor nos invita a respetar la libertad de nuestros hijos.

Somos conscientes de que podemos vivir plenamente nuestra paternidad cuando nuestros hijos logran ser autónomos y caminan solos los senderos de la vida. Cuando nos ponemos en la situación de José, que siempre supo que el Niño no era suyo, sino que el Señor se lo confió a su cuidado somos conscientes que nuestros hijos son de Dios. Y que El nos confió su cuidado. La paternidad que ejercemos no es un ejercicio de posesión, sino que evoca una paternidad superior.

  • La castidad nos invita a ser libres de poseer en todos los ámbitos de la vida, el amor casto expresa el verdadero amor. El amor posesivo es peligroso porque aprisiona, hace infeliz. ¿Qué tipo de amor les expresamos a nuestros hijos desde que nacieron?

El Papa Francisco nos invita a amar a este gran Santo para que interceda por nosotros ante Dios, y nos ayude a ser plenos en la vida cristiana y a la perfección del amor. Que José interceda por nosotros y por nuestro camino de Santidad.

Dirijamos a José nuestra oración e imploremos por nuestra conversión:

Salve custodio del Redentor
Y Esposo de la Virgen María
A ti Dios confió a su hijo,
En ti María deposito su confianza,
Contigo Cristo se forjo como hombre.

Oh, bienaventurado José,
Muéstrate padre también a nosotros
Y guíanos en el camino de la vida
Concédenos gracia, misericordia y valentía,
y defiéndenos de todo mal.
Amen


Autor: Robert

Referencias citadas:

(1) Carta Apostólica PATRIS CORDE del Papa Francisco.
Consulta Online: http://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_letters/documents/papa-francesco-lettera-ap_20201208_patris-corde.html
(2) “San Jo, un hombre de Dios”, ponencia desarrollada por la Dra. María Verónica Talamé.
(3) Publicada en la Revista Cristo Vive Nro. 228, editada por El Movimiento de la Palabra de Dios.
(4) La sombra del Padre (1977), Jan Dobraczyński, (obra citada en Patris Corde).

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