Consult the Lord

Cómo consultar al Señor. Las diversas formas.

La importancia de consultar al Señor en los momentos de la vida. Qué significa consultar al Señor y cuáles son las diversas formas de hacerlo? Guía práctica y teorica para mejorar nuestra vida espiritual haciendo al Señor partícipe principal de nuestras decisiones.

Introducción

Qué significa “consultar al Señor”?

Consultar al Señor significa pedir sabiduría a Dios acerca de un asunto concreto para resolverlo del modo más conveniente y ordenado a Dios. También lo es pedir la orientación divina para el momento actual de nuestra vida, independientemente que estemos atravesando alguna dificultad o no.

Consultar al Señor no solo es bueno cuando tenemos dudas sobre como resolver una situación, sino también en aquellos asuntos sobre los que nos consideramos expertos o conocedores, ya que sólo a Dios pertenece la sabiduría, y nuestro conocimiento siempre es limitado, sujeto a error y desconocedor de los eventos futuros. Por estos motivos es bueno no confiar de modo absoluto en nuestros sentidos y someter muchas decisiones a la dirección de Dios, incluso cuando creemos estar seguros de cómo proceder ante una situación dada. En el apartado siguiente veremos algunos ejemplos de situaciones en las que la falta de consulta al Señor se tradujo en una pérdida, o en caer en el engaño del enemigo por confiarse en las propias capacidades.

Mi corazón sabe que dijiste: “Busquen mi rostro”. Yo busco tu rostro, Señor,
Indícame, Señor, tu camino y guíame por un sendero llano, porque tengo muchos enemigos.
(Salmos 27:8.11)

Discernimiento y Prudencia

Si definimos por “discernimiento” al conocimiento de la santa voluntad de Dios, entonces el acto de consulta al Señor, es aquel a través del cual procuramos obtener ese discernimiento sobre un asunto particular. Operaciones naturales al discernimiento son la separación o distinción de lo bueno y de lo malo, del bien y del mal y el reconocimiento de los espíritus que están detrás de cada cosa, de su realidad espiritual que no es visible a los ojos del mundo. Por espíritus nos referimos a un conjunto de influencias benignas o malignas que actúan sobre la voluntad del individuo. Es necesario poder “ver” estos espíritus cuando aparecen en nuestra vida. La palabra “ceguera” se usa muchas veces para denotar la ignorancia y el error, especialmente nuestra falta de discernimiento en cuanto a cosas espirituales, (Is. 42:18-20; Mt. 15:4; 2Co. 4:4).

Esta distinción o discernimiento de espíritus puede realizarse por dos vías, una rápida, alimentada por el fuego impulsivo del Espíritu Santo a través del Don de Consejo y una mas lenta, impulsada por la virtud de la Prudencia, que requiere considerar cuidadosamente las cosas. A. Royo Marín explica muy bien la diferencia entre una y otra:

“La prudencia sobrenatural juzga rectamente lo que hay que hacer en un momento dado, guiándose por las luces de la razón iluminada por la fe. Pero el don de consejo intuye rápidamente lo que debe hacerse bajo el instinto y moción del Espíritu Santo, o sea por razones enteramente divinas, que muchas veces ignora la misma alma que realiza aquel acto. Por eso el modo de la acción es discursivo en la virtud de la prudencia, mientras que en el don [de consejo] es intuitivo, divino o sobrehumano.” (Antonio Royo Marín, “Espíritu Santo, el Gran Desconocido”)

Yo, la sabiduría, habito con la prudencia y busco la compañía de la reflexión. (Proverbios 8:12)

El don de Consejo es indispensable sobre todo en ciertos casos repentinos, imprevistos, que requieren una solución ultrarrápida en los que de demorarse un poco se perdería la posibilidad de responder satisfactoriamente a ellos por un cambio en la situación de base. Por otra parte el uso reflexivo de la virtud de la prudencia es más apto para resolver las situaciones que requieren un trabajo algo mas lento y laborioso. En este artículo nos ocuparemos de este último supuesto, donde el fiel cristiano dispone de cierto tiempo para realizar un acto de consulta y obtener una respuesta del Señor.

Sin embargo encontramos conveniente también señalar que la intervención angelical que estudiaremos a continuación, suele ser también extra rápida y suele anticiparse a ciertos eventos que nos encontremos a modo de pre-aviso aunque no hayamos hecho ninguna consulta, y esto facilita mucho el estar atentos entonces a la acción ultrarrápida del don de Consejo, dándonos asi mayores herramientas para obrar bien cuando se suscita una cuestión que requiere -o para la cual sería muy buena- una acción rápida.

El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia en el numeral 547 enumera tres momentos de la virtud de la prudencia, estableciendo que el primer momento es el de la consulta:
“El fiel laico debe actuar según las exigencias dictadas por la prudencia: es ésta la virtud que dispone para discernir en cada circunstancia el verdadero bien y elegir los medios adecuados para llevarlo a cabo. Gracias a ella se aplican correctamente los principios morales a los casos particulares. La prudencia se articula en tres momentos: clarifica la situación y la valora; inspira la decisión y da impulso a la acción. El primer momento se caracteriza por la reflexión y la consulta para estudiar la cuestión, pidiendo el consejo necesario; el segundo momento es el momento valorativo del análisis y del juicio de la realidad a la luz del proyecto de Dios; el tercer momento, el de la decisión, se basa en las fases precedentes, que hacen posible el discernimiento entre las acciones que se deben llevar a cabo.”

Y esto pido en oración: que el amor de ustedes crezca aún y sobreabunde por medio del conocimiento y en todo entendimiento espiritual,
para que disciernan las cosas que convienen, y sean ustedes puros y sin caída hasta el día del Cristo. (Flp 1:9-10)

Por qué es importante consultar al Señor?

Deberíamos acudir al Señor para tener luz y guía en los momentos de duda, confusión y oscuridad. Ningún estado es tan difícil como cuando el ser siente su mente agitada, inquieta como un bote en medio de mareas tormentosas, sin brújula ni dirección. Ocurre en semejante estado, que se sucita una impaciencia peligrosa, porque podemos quedar vulnerables a los ataques espirituales de engañadores: brujos, magos, adivinos, idólatras y sobre todo personas de mundo que, apartadas de Dios, dan vanos consejos, a los que nos podemos ver tentados de seguir en el medio de nuestras tormentas de la vida.

Seguir los falsos consejos seductores harán que nos alejemos de Dios, porque detrás de ellos se esconden espíritus idólatras y blasfemos. Debemos ser conscientes que en ocasiones nos ocurrirá experimentar duda y ansiedad, ¿y a quién debemos buscar en esos momentos, sino al Padre de las luces que disipa toda tiniebla y provee las luces a nuestra alma?

Busquen al Señor, ustedes, todos los humildes de la tierra, los que ponen en práctica sus decretos. Busquen la justicia, busquen la humildad, tal vez así estarán protegidos en el Día de la ira del Señor. (Sofonías 2:3)

A veces nos confiamos y no acudimos al Señor, creyendo que solos podremos:

Veremos algunos ejemplos bíblicos en los que se aprecia cómo al obrar por nosotros mismos, dejando afuera a Dios de las decisiones, trabajamos y nos cansamos en vano, mientras que al incorporar a Dios en nuestras decisiones el Espíritu obra prodigios superando las expectativas:

• Pedro y los pescadores pasan toda la noche trabajando, pero no pescan nada. Cuando Jesús le indica a Pedro que vaya mar adentro y echen las redes, recogen tantos peces que se llenan de temor. (Lc. 5:1-11)
• Pedro confió por demás en sus dotes como experto al manejo de la barca, sin embargo sobrevino una fuerte tormenta sin que pueda arribar a puerto seguro a tiempo, la barca queda en grave riesgo de hundimiento. Es recién entonces que acuden a Jesús que dormía y le piden que los salve. Jesús recrimina al viento y al mar sobreviniendo la calma. (Mt. 8:23-27)

Confía en el Señor con toda el alma, no te fíes de tu propia inteligencia;
cuenta con él cuando actúes, y él te facilitará las cosas; (Proverbios 3:5-6)

Otros ejemplos bíblicos donde aparecen remarcadas las consecuencias de obrar sin consultar al Señor o haciendo caso omiso a su dirección:

• En el libro de Josué, capítulo 9, se relata un engaño de parte de los gabaonitas, que asi logran comprometer a los israelitas en un pacto, porque ellos confiaron en lo que veían sus sentidos, y sin haber consultado al Señor. Ellos anduvieron por vista, y no por fe. El pecado de Israel fue el no haber buscado la dirección del Señor en este asunto, y luego de descubrir el engaño, debieron honrar el pacto al que se habían comprometido.
• En el libro de 2 Crónicas se cuenta como los reyes de Israel y de Judá deciden unirse en batalla contra una ciudad. Por sugerencia del rey de Israel, llaman a consultar a Dios a través del profeta Miqueas, quien advierte que el resultado de ir al combate sería la ruina. Proceden de todos modos sin hacer caso de su palabra. El rey de Israel es herido en el combate y muere. (2 Cr. 18)
• En el mismo libro se cuentan las grandes hazañas y proezas del rey Josías, sin embargo, en un acto de descuido, obró sin consultar al Señor cuando el rey de Egipto Necao subió de paso hacia el norte y Josías decidió imprudentemente atacarlo. Fue herido por una flecha y murió provocando gran lamentación en el pueblo. (2 Cr. 34-35)

Muy a menudo actuamos sin pedir consejo a Dios y esto no es bueno. Estamos llamados a esperar en el Señor antes de tomar nuestras decisiones, ya que pueden volverse irrevocables y en nuestro perjuicio.

¡Ay de los hijos rebeldes! —oráculo del Señor—, que hacen planes sin contar conmigo, que sellan alianzas contrarias a mi espíritu añadiendo así pecado a pecado,
que bajan a Egipto sin consultar mi parecer, para buscar la protección del faraón y refugiarse a la sombra de Egipto. (Isaias 30:1-2)

Cuáles son los requisitos para consultar al Señor?

Para consultar al Señor es necesario disponerse a la conversión. Tener una disposición interior de humildad, de reconocimiento de nuestras faltas, desapego del pecado y gratitud por los grandes beneficios recibidos de Dios.

Cuando los ancianos de Israel pretendieron consultar al Señor sin quitar las idolatrías que llevaban consigo dentro de sus corazones, el Señor manifestó que se negaba a responderles, exhortándoles a que se conviertan y se aparten de sus ídolos (Ez. 14:1-8). Los ancianos deseaban consultar al Señor, pero sus corazones estaban muy lejos de Él. Los ídolos nos impiden recibir las respuestas de Dios a nuestras preguntas. “Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón” (Mt. 6:21).

Ya que el único pensamiento de ustedes ha sido apartarse de Dios, una vez convertidos, búsquenlo con un empeño diez veces mayor. (Baruc 4:28)

Entonces, cuando ustedes me invoquen y vengan a suplicarme, yo los escucharé;
cuando me busquen, me encontrarán, porque me buscarán de todo corazón, (Jeremías 29:12-13)

¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar, llámenlo mientras está cerca!
Que el malvado abandone su camino y el hombre perverso, sus pensamientos; que vuelva al Señor, y él le tendrá compasión, a nuestro Dios, que es generoso en perdonar. (Isaías 55:6-7)

Dios a través de la Escritura nos llama constantemente a “Buscar su rostro”. Buscar el rostro o cara de alguien es «procurar» entrar en su presencia o tener una audiencia favorable con él; Buscar el rostro de Dios implica un movimiento que nos lleva hacia la conversión, un volverse uno mismo mas de acuerdo al querer de Dios. En este sentido uno puede «buscar» el rostro de Dios orando con corazón arrepentido en su presencia.

¡Recurran al Señor y a su poder, busquen constantemente su rostro. (Salmos 105:4)

Consultar al Señor mediante la Oración y la intervención angelical

Guía rápida
• Durante el día estar atentos a señales fisiológicas y pensar si pudieran tener conexión con alguna advertencia, llamamiento u objeción a alguna tarea que estemos a punto de realizar.
• Cuando deseamos consultar al Señor sobre algo, hacemos la señal de la cruz y en oración mental expresamos nuestra inquietud, es mejor si disponemos de cierto tiempo para esperar una respuesta. Si no es el caso, proponemos una acción según nuestro parecer (si la creemos buena) y preguntamos al Señor si tiene alguna objeción a la misma. Aguardamos 15 segundos y si no advertimos una señal negativa procedemos según lo planeado. Si la duda persiste, podemos hacer una consulta a través de la Palabra de Dios (ver método en apartado sig.).
• Es práctico para hacer en el momento anterior de salir de casa, para poner nuestras actividades en manos de Dios.

La primera y más sencilla forma de «consultar a Dios», es a través de una oración en búsqueda de la dirección divina.

La oración “Es la relación viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo” (CIC 2565)*. Inseparable de la vida cristiana (CIC 2745), nos permite discernir cuál es la voluntad de Dios y obtener constancia para cumplirla (CIC 2826). Es un don de la gracia, supone un esfuerzo, es un combate espiritual contra nosotros mismos (CIC 2725). Ayuda a mantener vivo ese ‘recuerdo de Dios’ que impide olvidarnos de Él (CIC 2697).

*CIC = Catecismo de la Iglesia Católica

En la oración elevamos nuestra alma a Dios pidiéndole bienes convenientes. La humildad es la base de la oración (Cf CIC 2559).

Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá.
Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. (Mateo 7:7-8)

Como resultado podríamos experimentar una intuición directa de la respuesta de Dios a nuestra consulta, que es como dice San Pablo, una “iluminación de los ojos del corazón” (Ef. 1:18) con la que tendremos la luz para resolver la situación, o bien de un modo indirecto, podría respondernos a través de los labios de alguien con quien nos crucemos, para lo que deberemos estar atentos a toda palabra que escuchemos.

Entonces Jesús le dijo: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los cielos. (Mt 16:17)

La intervención de los ángeles

angels care and warn us

Cada persona recibe de Dios un ángel custodio. Rezar al ángel de la guarda por uno mismo y por otros es bueno y sensato. Los ángeles también se pueden hacer perceptibles por su cuenta en la vida de un cristiano, por ejemplo como portadores de una noticia o como acompañantes que ayudan. La fe no tiene nada que ver con los falsos ángeles del esoterismo.

Los ángeles protegen a todo ser humano (Cf CIC 352), ya que:
“Desde su comienzo (cf Mt 18:10) a la muerte (cf Lc 16:22), la vida humana está rodeada de su custodia (cf Sal 34:8; Sal 91:10-13) y de su intercesión (cf Job 33:23-24; Zac 1,12; Tob 12:12). “Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida” (S. Basilio Magno, Eunomium 3, 1). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.” (CIC 336)

Se desconoce la totalidad de formas en las que los ángeles pueden interactuar con los hombres, pero algunas de ellas son conocidas por la tradición, las Sagradas Escrituras y revelaciones divinas. Una de las formas en que puede manifestarse su auxilio es mediante reacciones fisiológicas en nuestro organismo, que en algunos casos nos mueven a apurarnos, otros a detenernos o cambiar un recorrido, y en otros buscan movernos a reflexionar antes de realizar una acción o acto determinado. En otras ocasiones pueden suscitarse súbitamente pensamientos que nos mueven a hacer algo bueno o alejarnos de algo pecaminoso. Por último, sus acciones podrían incluso extenderse hasta en algunos sueños (excepcionalmente), tal como sucedió a los sabios de oriente (Mt 2:12) y a San José, advirtiéndole que huya a Egipto tomando al niño y a su madre porque Herodes lo buscaba para matarlo (Mt. 2:13).

Es fácil ver entonces que mediante su ayuda podemos muchas veces evitar peligros y permanecer a resguardo, más que nada de ocasiones de pecado, preservando nuestras almas y salud espiritual, no excluyendo tampoco los riesgos para nuestro cuerpo y su salud física.

Es necesario solicitar voluntariamente la asistencia de los ángeles, ya que ellos no violentan nuestra libre voluntad, asi como no esperar contar con su auxilio si nos dedicamos a una vida pecaminosa y alejada de Dios.

Una forma tierna de encomendarnos a su ayuda consiste en hacer la señal de la cruz y avisar mediante oración mental, antes de salir del hogar, a qué lugar se dirigirá uno, esperando de nuestro ángel de la guarda, que nos proteja y advierta sobre peligros que podamos encontrarnos. Esto se puede enseñar a los niños para que lo hagan acostumbradamente y cuenten con una importante ventaja durante sus vidas.

Pues ha dado a sus ángeles la orden de protegerte en todos tus caminos.
En sus manos te habrán de sostener para que no tropiece tu pie en alguna piedra.” (Sal 91:11-12)

Consultar al Señor a través de Su Palabra

Guía rápida
• Teniendo a disposición (en formato físico, no digital) un Evangelio (El Nuevo Testamento desde el Evangelio según san Mateo al Apocalipsis, o en caso de no tener, usar una Biblia completa pero es recomendable usar el Nuevo Testamento si no se está acostumbrado) hacemos la señal de la cruz y en oración mental expresamos nuestra inquietud pidiendo al Señor que nos de sabiduría a través de Su Palabra en relación al asunto que queremos consultar. Abrimos al azar el evangelio y leemos allí donde se pose nuestra mirada (si el Evangelio está dividido en secciones tituladas por el editor, como es usual, leemos el título entero hasta donde termine). Leemos pausadamente la lectura y la meditamos durante el tiempo necesario, discerniendo qué es lo que el Señor me dice a través de Su Palabra.
• También podemos “pedir una Palabra” al Señor con el mismo método, para que nos sirva de orientación en la semana, el mes o el año en curso. En este caso conviene anotarla y meditarla frecuentemente.

Es muy reveladora la escena que se relata en las Actas de los mártires, a propósito de San Euplío. Habiendo sido conducido ante el juez Calvisiano por habérsele encontrado con los Evangelios en tiempos en que por la persecución estaba prohibido, al ser interrogado respondió a la pregunta del juez:
—”Sí, me han encontrado con ellos”.
Calvisiano le ordenó: —“Léelos”.
Euplío, abriendo el libro, comenzó a leer: —“Bienaventurados los que sufren persecución…”
(Relato extraído de “El Silabario del Cristiano”, de Mons. Olgiati.)

Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar, rebatir, corregir y guiar en el bien.
Así el hombre de Dios se hace un experto y queda preparado para todo trabajo bueno. (2 Tim 3:16-17)

Siendo la Biblia una obra inspirada por el Espíritu Santo, que contiene la Palabra de Dios revelada a los hombres, es de deducirse entonces que en ella encontramos la máxima expresión del don de Consejo, y por ello es útil y apta para obtener discernimiento acerca de cualquier cuestión. «Es necesario, en particular –escribía Juan Pablo II en la Novo millennio ineunte–, que la escucha de la Palabra se convierta en un encuentro vital, en la antigua y siempre válida tradición de la lectio divina, que permite encontrar en el texto bíblico la palabra viva que interpela, orienta y modela la existencia».

Se lee en relación a San Francisco de Asís, en la “Vida Segunda de San Francisco”, en uno de los capítulos [*1] cómo el santo se valió del método de la consulta del Evangelio al azar para ayudar a un hombre llamado Bernardo a encontrar discernimiento:

Bernardo, ciudadano de Asís, que más tarde se convirtió en hijo de la perfección, deseando seguir al siervo de Dios con total desprecio del mundo, le rogó humildemente que le diera su consejo. Le contó su caso: “Padre, si uno, después de haber disfrutado de los bienes de algún señor durante mucho tiempo, no quiere seguir conservándolos, ¿qué debe hacer con ellos para actuar de la manera más perfecta? El hombre de Dios respondió: “Debe devolverlos todos al señor de quien los ha recibido”. Bernardo dijo: “Sé que todo lo que poseo me ha sido dado por Dios, y si usted me lo aconseja, estoy dispuesto a devolvérselo todo. El santo le contestó: “Si quieres probar lo que dices con hechos, en cuanto sea de día, entremos en la iglesia, tomemos el libro del Evangelio y pidamos consejo a Cristo.

Cuando llega la mañana, entran en una iglesia y, tras rezar con devoción, abren el libro del Evangelio, dispuestos a llevar a cabo el primer consejo que encuentren. Abren el libro, y Cristo manifiesta su consejo con estas palabras: Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes y dalo a los pobres (Mt 19,21). Repiten el gesto, y se presenta el pasaje: No toméis nada para el camino (Lc 9,3). Lo repiten por tercera vez, y leen este otro: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo (Lc 9,23). Sin demora, Bernardo cumplió todo al pie de la letra, sin dejar pasar ni un ápice. Muchos otros, en poco tiempo, se liberaron de las mordaces preocupaciones del mundo y, bajo la guía de Francisco, volvieron al bien infinito en la verdadera patria. Pero sería demasiado largo decir cómo cada uno alcanzó la recompensa de la llamada divina.

Siguiendo con los ejemplos veremos el caso de San Agustín. Cuenta en su libro Confesiones, que mientras estaba debajo del árbol, escuchó las palabras de unos niños de la casa vecina que cantaban repetidamente «Tolle lege, Tolle lege», (toma y lee).

Pensando si existiese algún juego de niños que justifique el estar escuchando esas palabras, San Agustín concluyó que no era así y en su mente indagó si no sería una señal, un llamado divino a ir a buscar las Cartas de San Pablo a los Romanos que guardaba en el interior de su casa. Entró, abrió el libro al azar y leyó allí lo primero que llegó a su vista [*2] leyendo estos versículos: “Como en pleno día, procedamos dignamente: basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias. Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la carne.” (Rom. 13,13-14). Dice el santo “En un instante -no bien hube terminado de leer la frase- se disiparon todas las tinieblas de mis dudas, como si una luz de seguridad se hubiera apoderado de mi corazón”. Este incidente fue fundamental para San Agustín, sintiendo que era Dios mismo quien le dirijía estas palabras en una relación intima y personal.

La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. (Juan 1:9)

En reiteradas oportunidades se lee en los escritos de María Valtorta, que ella en ocasiones tomaba la Biblia y abriendo al azar leía donde se posara su ojo [*3]. Incluso en más de una ocasión recibe indicación de proceder de este modo a pedido de su Ángel de la guarda o de Jesús. Ella misma cuenta en sus Cuadernos, que solía tener una dinámica en la que ella abría la Biblia al azar y Jesús le daba una enseñanza acerca de la lectura que le tocaba.

El método de consulta a través de la Biblia ha recibido tradicionalmente críticas, algunos lo consideran como un acto adivinatorio, llegando a nombrarlo con el término de “bibliomancia”. Personalmente habiendo considerado este riesgo, y siendo influenciado por críticas semejantes solía asociarlo con una práctica supersticiosa y por lo tanto lo evitaba.

Cuando hace algunos años me incorporé a un grupo de oración católico enmarcado en el Movimiento de la Palabra de Dios, vi para mi sorpresa que este método de consulta era utilizado en todas y cada una de las reuniones, y que se referían a el simplemente con la expresión de “Pedir la Palabra”, la que luego era meditada por todo el grupo, compartiendo entre nosotros lo que a cada uno le sugería. Fue entonces que asimilé y comprendí lo magnífico del método y los enormes frutos espirituales que se obtienen por él y cómo Dios respondía a nuestras inquietudes espirituales con una precisión sorprendente y nos guíaba con su Palabra en aquello que precisábamos mejorar como grupo.

Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. (Hebreos 4:12)

Si bien es cierto que no hay que aproximarse a la Palabra de Dios en miras a obtener ganancias materiales, a la manera como los hombres de mundo leerían un horóscopo, si se hace con el debido respeto y conocimiento de a quién nos estamos dirigiendo, es un método totalmente válido para consultar al Señor y por demás recomendable durante todas las épocas de nuestra vida. Además es un método muy apto para usar como parte de ejercicios espirituales grupales, permitiendo que sea el Señor quien nos de la Palabra apropiada en lugar de usar palabras preseleccionadas por aquellos que coordinan los grupos.

A diferencia del método anterior que podría utilizarse en cuestiones más simples y sucintas, consultar a Dios en Su Palabra requiere más meditación de nuestra parte, lo que lo hace ideal para cuestiones más profundas o complejas. Cuando consultemos al Señor lo haremos por nosotros mismos y no en relación a otra persona, ya que no podremos hacer discernimiento por otro. También es importante no utilizar medios digitales para obtener una lectura al azar, como podría hacerse por ejemplo con algunas aplicaciones de teléfono. Se debe usar la forma analógica tradicional (abrir el libro utilizando nuestras manos).

En la contemplación de la Palabra tenemos un modelo dulcísimo, María; que guardaba todas las cosas meditándolas en su corazón (Lc 2,19).

Deseen, entonces, mis palabras; búsquenlas ardientemente, y serán instruidos.
La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan.
(Sabiduría 6:11-12)

[*1] Celano, Vita Seconda, X, 15
[*2] S. Agostino, Confessioni, 8, 12.
[*3] María Valtorta. Citamos algunas de las referencias en las que M. Valtorta menciona explicitamente este método en sus Cuadernos:

• Cuadernos del 1943 > escritos de fechas: 3 y 4 de noviembre, 16 de septiembre y 1 de octubre
• Cuadernos del 1944 > 16 de noviembre
• Cuadernos de 1945 a 1950 > escritos de fechas: 10-4-45; 15 de enero de 1946 a las 5,30; Martes 12-3-1946

Consultar al Señor a través del consejo de sabios

Guía rápida
• Debemos identificar a un sabio “hombre de Dios” que posea una vida virtuosa y demuestre conocimiento en las Sagradas Escrituras (El sacerdote ordenado califacaría en este sentido). Se le puede pedir guía o dirección espiritual en relación a cierto asunto.

Desconfiar de sí mismo y confiarse al consejo de una persona sabia y prudente es una norma repetida en los libros sapienciales (Prov 12:15; Prov 3:10-16; Prov 27:9; Eci 9:14; Eci 32:19). “No es del hombre el consejo”, sino de Dios de quien procede en último término (Cf. Prov. 8:14).

El consejo presupone un conocimiento sapiencial en quien lo da. Dicho de otro modo es conveniente evitar dar malos consejos con los que, al seguirlos se podrían cometer errores díficiles de reparar. Naturalmente, quien posee un comportamiento virtuoso da indicios de ser alguien confiable para emitir consejo.

“Sigue el consejo de los prudentes y no desprecies ningún buen consejo. En todo tiempo bendice al Señor Dios, y pídele que tus caminos sean rectos y todas tus sendas y consejos vayan bien encaminados; porque no es del hombre el consejo; sólo el Señor es quien da todos los bienes, y a quien quiere le humilla según su voluntad.” (Tob. 4:18-19)

Uno de los 7 dones del espíritu Santo es el don de Consejo. Por ello, quien pretenda dar un buen consejo debe, primeramente, estar en sintonía con Dios, ya que no se trata de dar opiniones vanas, sino de aconsejar bien al necesitado de guía.

Entre los autores antiguos, estas personas fueron llamadas «padres espirituales», no necesariamente sacerdotes, y «madres espirituales». Dotados de sencillez y de humildad, dispuestos a escuchar y orientar a los demás en el marco de la fe, el «padre espiritual» se hace capaz de registrar los “movimientos del alma”, de leer en el corazón de su «hijo espiritual» y de guiarlo en aquella lucha invisible contra los malos espíritus.

Sin consulta, los planes se frustran, Pero con muchos consejeros, triunfan. (Proverbios 15:22)

El Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral N° 2690 expresa:
El Espíritu Santo da a ciertos fieles dones de sabiduría, de fe y de discernimiento dirigidos a este bien común que es la oración (dirección espiritual). Aquellos y aquellas que han sido dotados de tales dones son verdaderos servidores de la Tradición viva de la oración:
Por eso, el alma que quiere avanzar en la perfección, según el consejo de San Juan de la Cruz, debe “considerar bien entre qué manos se pone porque tal sea el maestro, tal será el discípulo; tal sea el padre, tal será el hijo”. Y añade: “No sólo el director debe ser sabio y prudente sino también experimentado… Si el guía espiritual no tiene experiencia de la vida espiritual, es incapaz de conducir por ella a las almas que Dios en todo caso llama, e incluso no las comprenderá”.

El consejo es necesario también para aquellos que ya están adelantados en el camino de la fe, tal como surge de esta lectura del libro de los Hechos:
“Unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme al uso de Moisés, no podían salvarse.
Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más de entre ellos subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre esta controversia.” (Hechos 15:1-2)

Consultar al Señor a través de las revelaciones proféticas

Guía rápida
• En relación a ciertas cuestiones que exceden la esfera de lo personal y que afectan a toda la sociedad, es muy importante buscar discernimiento en revelaciones proféticas. Para ello buscaremos mensajes proféticos (comenzando por los mas antiguos primero) en busca de un tratamiento de las cuestiones que nos preocupan. Por ejemplo, en relación a las campañas mundiales de vacunación; a los movimientos que propician una moneda única mundial, una religión única, etc. son pocos los cristianos que conocen que múltiples revelaciones proféticas se han dado en relación a estos temas con una gran anticipación y conteniendo instrucciones de cómo actuar.

En relación a ciertas cuestiones que exceden la esfera de lo personal, puede ser provechoso buscar discernimiento en revelaciones proféticas ya que Dios no hace nada sin antes avisar a sus siervos, los profetas (Amós 3:7). Esto nos permitirá transitar por caminos seguros en tiempos de oscuridad e incertidumbre:
(…) cuando ellos [los profetas] no digan cosas que pugnan con la Fe y la Gran Revelación, debe creérseles que manifiestan cuanto conviene saber para deambular por caminos seguros.” (María Valtorta, Cuadernos 1945-1950, El Apocalipsis. Capítulo II, Parte 1ª)

Especial relieve adquiere el conocimiento que Dios tiene del futuro, y que se concreta en la costumbre de la consulta a Dios (Gen 25,22; Ex 18,15; 1 Sam 9,9). El mismo Dios afirma su conocimiento de los hechos futuros, por ser Dios (cfr. Is 45,21; 46,9.10; 41,23). La palabra profética es capaz de indagar el futuro en relación con el señorío que Dios tiene sobre el futuro.

Jesús les dijo: ¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! (Lucas 24:25)

Hemos escrito un artículo sobre falsos profetas que recomendamos para facilitar el discernimiento y puede consultar aquí. Por motivos de brevedad daremos unas reglas básicas de discernimiento que se deben cumplir en todo profeta auténtico:

1- El profeta debe reconocer a Jesucristo como Dios y Señor.
2- Verificar que en los mensajes proféticos se llame a la conversión y dejar el pecado.
3- Verificar que no convierta la gracia de Dios en libertinaje, por ejemplo al no reconocer el deber de cumplir los mandamientos, o de algún modo relajar o derogar aquello que es seguro que no cambiará con el transcurso del tiempo.

Hemos notado una y otra vez que muchas veces profetas auténticos son en algunos sitios rechazados como falsos. Esto sucede en ocasiones porque quienes acusan pertenecen a una religión enemiga (si lo expresamos de un modo educado que no deja de ser veraz), y no desean que la gente se informe de aquello que Dios advierte a través de su profeta, y en otras por simple ignorancia o falta de dones de discernimiento (el poder reconocer a profetas verdaderos es un don que no le fue dado a todos los cristianos y muchos van como ciegos guiando a otros ciegos). En general es seguro afirmar que no es apropiado o prudente acusar a un supuesto profeta de falso profeta, si cumple con las tres reglas básicas mencionadas arriba y en todo caso requiere mucho cuidado su análisis para no pecar contra el Espíritu Santo (afirmando por ejemplo que lo que viene de Dios viene en realidad de Satanás).

No menospreciéis las profecías. Antes bien, examinadlo todo cuidadosamente, retened lo bueno; (1Tes 5:20-21)

Otras Formas. Cuestiones varias.

La cuestión de las suertes

Uso en el Antiguo Testamento

La expresión «consultar a Dios», a veces indicaba una búsqueda de la dirección divina en relación con el Urim y el Tummim cuando el sumo sacerdote procuraba descubrir la voluntad de Dios lanzando las piedras sagradas (Núm 27:21) No está claro con exactitud lo que esto involucraba, pero suponemos que las dos piedras tenían una forma achatada con inscripciones en ambos lados, y las respuestas serían por «sí» o «no» según cayeran las piedras de un lado o del otro. Los resultados podían entonces ser Si, No y por último Indefinido en el caso que no haya uniformidad en el resultado obtenido.

En el pectoral de las suertes, pondrás los urim y los tumim, que estarán sobre el corazón de Aarón cuando se presente ante el Señor. Llevará, pues, Aarón constantemente sobre su corazón, en presencia del Señor, las suertes de los hijos de Israel. (Éxodo 28:30)

Sabemos que el Urim y el Tummim (las luces y perfecciones, o la luz y la verdad) era una especie de oráculo manipulado por el sumo sacerdote para conocer la voluntad divina, y que también llegó a ser utilizado como una especie de prueba divina para descubrir la culpabilidad o inocencia de personas sospechosas. Se colocaba dentro o encima del pectoral del sumo sacerdote, Lev 8:8; y es probable que este lo tenía puesto siempre que llevaba el efod, puesto que se usaba fuera de este último, y siempre que el sumo sacerdote pedía la dirección de Dios. Siendo dos las posibles respuestas, se ponía en cuestión una sola pregunta a la vez (I Samuel, 14, 41-42; ibid 23, 6-12). Muchos estudiosos sostienen que en la mayoría de pasajes donde se usa la expresión “consulta a Yahveh” o sus equivalentes, se recurre al Urim y al Tummim (Jueces 1, 1-2; ibid 20, 27-28; I Samuel 10, 19-22; II Samuel 2, 1, etc.).

Dios ordenó en varias ocasiones recurrir a las suertes, por ejemplo cuando lo ordenó para la partición de Canaán entre las doce tribus (Núm 26:56; Jos 14:2; Jos 18:6). Las partes de tierra de las doce tribus fueron asignadas de ese modo y por esto la parte correspondiente a cada una de ellas se le llamaba “la suerte de su heredad”. También fue el método ordenado por Dios para determinar el orden de servicio de los sacerdotes (Lev 16:8; 1Cr 24:5; 1Cr 25:8).

Las suertes se echaban a menudo por los judíos, así como por las otras naciones antiguas. El modo mas común de echar suertes era empleando piedrecitas. Se marcaba una o más de ellas, y luego se sacudían todas juntas en uno de los dobleces de un vestido, en una urna, o en un yelmo, antes de proceder al sorteo.

La suerte se echa en el regazo, Pero del Señor viene toda decisión. (Proverbios 16:33)

En el Nuevo Testamento

La única instancia en el Nuevo Testamento de algo que recuerde el uso de la suerte sagrada como medio para descubrir la voluntad divina aparece en el Libro de los Hechos en conexión con la elección del apóstol Matías. Los apóstoles echaron suertes para saber si José (de sobrenombre «el Justo») debía suceder a Judas Iscariote, o bien si debía ser Matías (Hch 1:15-26).

Luego que los apóstoles recibieron el Espíritu Santo, no hubo mas constancia de que se haya vuelto a utilizar este método de consulta.

Consideramos que es un método que podría llegar a ser aceptable en ciertos casos, en relación a la existencia de múltiples opciones igualmente buenas, habiéndose descartado las malas, y tras comprobar que no hay otra forma mas idónea o apropiada al caso.

Las suertes pueden utilizarse para consultar aleatoriamente (de forma analógica) lecturas de piedad a efectos de realizar ejercicos espirituales, especialmente aquellos en los que se utilicen obras escritas que están separadas en múltiples volúmenes, y por tanto difíciles para consultar aleatoriamente abriendo un libro en una de sus páginas al azar.

Asi lo hemos hecho por ejemplo con los Ejercicios Espirituales Valtortianos, para consultar aleatoriamente (y de forma analógica) un texto de las obras, separadas en varios libros o volúmenes.

Respecto a cómo realizarlo, podríamos dar un ejemplo simple del siguiente modo: Se recortan trozos de papel de igual tamaño por cada uno de los volúmenes de la obra u obras a consultar, a cada papel se le da una inscripción para saber a que volúmen representa, luego se colocan en una bolsa y alguien extrae uno de los papeles, una vez escogido se consulta al azar como se haría normalmente abriendo el volúmen por alguna de sus páginas. En algunos casos podrían utilizarse dados según la conveniencia. Un gran ejemplo del uso de suertes en este sentido se encuentra explicado en los ejercicios espirituales valtortianos.

La cuestión de las señales especiales


Muchas veces los cristianos pedimos señales a Dios acerca de una decisión o elección que debemos realizar. Y seguramente en muchos casos, cuando el fiel vive su fe con profundidad, las señales aparecen de un modo u otro si uno está atento. Donde la bendición de Dios está presente ocurren toda clase de signos y prodigios:

Mientras, Dios añadía su testimonio con signos y prodigios, con toda clase de milagros y con los dones del Espíritu Santo, distribuidos según su voluntad. (Hebreos 2:4)

De todos modos, consideramos que exigir señales no es un método ideal para consultar al Señor, y que se puede prestar a cometer el pecado de tentar al Señor al pedirle signos que no corresponden según el orden de las cosas. Recordemos que los fariseos y escribas fastidiaban a Jesús pidiéndole signos extraordinarios prácticamente bajo amenazas:

Entonces llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con él; y, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo.
Jesús, suspirando profundamente, dijo: «¿Por qué esta generación pide un signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo».
Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla. (Marcos 8:11-13)


Entonces algunos escribas y fariseos le dijeron: «Maestro, queremos que nos hagas ver un signo». Él les respondió: «Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás. (Mateo 12:38-39)

Jamás deberíamos pedir una señal o signo como excusa para creer en nuestro Señor Jesucristo.

Existieron en la historia del Pueblo de Dios varias señales especiales pero siempre relacionadas con eventos de gran relevancia histórica y mística. Veremos algunos ejemplos a modo de ilustración:

• La rama seca, florecida en invierno:

Relacionado con la profecía de Isaías, que dice:
Saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces. (Isaías 11:1)

San Pablo asocia esta profecía de Isaías a la persona de Jesús, según la cual el Mesías saldría de Jesé, padre de David:

Y el profeta Isaías dice a su vez: Aparecerá el brote de Jesé, el que se alzará para gobernar las naciones paganas: y todos los pueblos pondrán en él su esperanza. (Romanos 15:12)

En revelaciones a María Valtorta se indica que cuando María era virgen consagrada en el Templo, y había llegado a la mayoría de edad, según la costumbre debía casarse con un hombre soltero de su estirpe, por tanto de la casa de David. El Sumo Sacerdote se valió de esta profecía para consultar al Señor mediante una señal especial acerca de quién debía casarse con la Virgen María.

Conociendo la revelación de Isaías, el Sumo Sacerdote convocó a todos los hombres solteros descendientes de David, pidiéndoles que se presenten en el Templo con una rama seca consigo, en la que debían inscribir su nombre. San José fue uno de los convocados que atendió al encuentro, y llevó consigo una rama de almendro proveniente del campo que pertenecía a la familia de María, puesto que José había conocido a su padre Joaquín de niño. La rama de José floreció milagrosamente en invierno dando entonces la señal de Dios acerca de quién era el favorecido para casarse con María (a San José en la tradición se lo figura sosteniendo una rama de almendro florecido en su mano).

• Los asombrosos prodigios realizados por Moisés (Éxodo cap. 4)
• El sueño del rey descubierto e interpretado por Daniel (Daniel cap. 2)
• La estrella que guió misteriosamente a los magos de Oriente hacia el nacimiento de Jesucristo (Mt. 2:2)
• El descenso de la paloma sobre Jesús y la voz del Cielo escuchada cuando Jesús se bautizaba (Lc 3:21)

La cuestión de los sueños


En el primer libro de Samuel (1 Sam. 28:6) parece insinuarse que los sueños podían ser una de las formas de consultar al Señor:
Luego interrogó al Señor, pero él no le respondió ni por sueños, ni por el Urím, ni por los profetas. (I Samuel 28:6)

Pero entendemos que en los múltiples casos que se mencionan en la Biblia podemos descartar que se trate de un método de consulta propiamente, sino que en ocasiones los sueños son usados por Dios como una forma de hacer llegar declaraciones unilateralmente en situaciones apremiantes, asi pareciera surgir de los siguientes casos:

• Dios se presentó en sueños a Abimélec y le dijo: “Tú vas a morir a causa de la mujer que has tomado, porque es casada” (Gén. 20:3).
• Dios se apareció en sueños a Labán y le dijo: “Cuidado con entrometerte para nada en los asuntos de Jacob” (Gén. 31:24).
• El Ángel del Señor se le apareció en sueños a José para que no se aparte de María (Mateo 1:20).
• Los magos de oriente son advertidos en sueños de regresar a sus tierras sin volver al palacio de Herodes (Mateo 2:12).
• El Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le pide huir a Egipto llevando al niño y su madre porque Herodes quería matarlo (Mateo 2:13).
• En sueños José es comunicado de la muerte de Herodes, y en otro sueño es advertido de no ir a Judea (Mateo 2:19-22).
• La esposa de Poncio Pilato le manda decir que no intervenga en el asunto de Jesús porque sufrió mucho en sueños por su causa (Mateo 27:19).

Como apreciamos, no calificarían como formas de consulta, sino que se trataría (en ocasiones excepcionales) de advertencias o comunicaciones unilaterales en las cuales los ángeles intervienen como parte de sus operaciones regulares en su asistencia a los hombres.

Vanas y engañosas son las esperanzas del insensato, y los sueños dan alas a los necios.
Tratar de asir una sombra o correr detrás del viento es dar crédito a los sueños.
Las visiones de los sueños no son más que un espejismo: un rostro ante el reflejo de su propia imagen.
¿Puede sacarse algo puro de lo impuro o de la mentira puede salir la verdad?
Adivinaciones, augurios y sueños son cosas vanas, puras fantasías, como las de una parturienta.
A no ser que los envíe el Altísimo en una visita, no les prestes ninguna atención.
Porque los sueños han extraviado a muchos que cayeron por esperar en ellos. (Eclesiástico 34:1-7)

Porque los ídolos dan respuestas vanas, y los adivinos ven visiones engañosas, relatan sueños quiméricos y dan consuelos ilusorios. Por eso la gente ha partido como un rebaño, están afligidos porque no tienen pastor. (Zacarías 10:2)

En los últimos días, el Espíritu Santo obrará de un modo especial iluminando el entendimiento de muchos, ¿Tal vez ante la imposibilidad de acceder a información verídica a través de los canales de difusión oficiales si estos llegaran a estar al servicio del anticristo?

Después de esto, yo derramaré mi espíritu sobre todos los hombres: sus hijos y sus hijas profetizarán, sus ancianos tendrán sueños proféticos y sus jóvenes verán visiones. (Joel 3:1)

En los últimos días, dice el Señor, derramaré mi Espíritu sobre todos los hombres y profetizarán sus hijos y sus hijas; los jóvenes verán visiones y los ancianos tendrán sueños proféticos. (Hechos 2:17)

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